E s evidente que los cambios generacionales están afectando a las organizaciones. Depende de diferentes perspectivas y de nuestro mismo papel directivo el determinar que ese impacto sea positivo o negativo. No cabe duda de que desde nuestras organizaciones estamos afrontando un periodo complejo pero, a la vez, fascinante en el que confluyen en la misma empresa la sabiduría y experiencia de personas de más de 70 años con el ímpetu y nuevas metas, a veces incomprensibles para nosotros, de jóvenes de 20 años.
Es claro, además, que estos cambios no se dan únicamente de cara a nuestros colaboradores. No debemos pensar solo en estrategias que cohesionen a nuestra organización y fomenten el espíritu y el sentido de pertenencia en los empleados jóvenes. Vale la pena reflexionar, ¿hemos contemplado a los clientes? ¿Esa planeación estratégica que estamos implementando responde a las necesidades del mundo contemporáneo que avanza día a día con más velocidad? ¿Ya nos dimos cuenta de que un Youtuber puede ser la voz social de nuestros niños y jóvenes?
La labor es ardua estimados directivos y empresarios y en estos tiempos debemos actuar con rapidez y eficiencia, pero también con la infaltable prudencia. Es una buena ocasión para reafirmar nuestra posición cuando esta consiste en defender los valores misionales de nuestra organización. Hay factores que nos llevan a cambiar de rumbo pero debemos preguntarnos si estamos dando los pasos correctos. No hay que generalizar. Las nuevas tecnologías, por ejemplo, son engañosas para determinar las características generacionales de las personas: podemos encontrarnos en la calle a una persona de 80 años a quien le resulta indispensable el uso de sus dos o tres dispositivos móviles y, asimismo, una cuadra más adelante a un joven de 18 años cuya única aspiración en la vida es viajar por el mundo y descarta invertir mucho dinero en un smartphone: de verdad es un mundo con cambios acelerados e inesperados. Tenemos, como directivos y empresarios, una responsabilidad enorme de cara a la sociedad. Sobre eso hacemos un énfasis especial en INALDE Business School. Pero es hora de asumir también una verdadera responsabilidad frente a nuestros colaboradores: el largo plazo en las organizaciones es un concepto en vía de extinción.
Les atribuimos a los más jóvenes actitudes de inconstancia y permanente variabilidad pero, ¿y nosotros como cabezas de las organizaciones? Es nuestra obligación garantizar, en mayor medida, procesos más armoniosos en factores esenciales como la sucesión. Debemos ser conscientes del legado que hemos construido pero también de las limitaciones que llegan con los años. En nuestras manos está la sustentabilidad y sostenibilidad de las empresas a las que servimos. Finalmente, hago un llamado para que siempre visualicemos a la familia como eje fundamental de la evolución. Solo a través de esta organización, la más sólida, podremos garantizar una verdadera estabilidad para las organizaciones y la sociedad