La asertividad en el trabajo tiende a confundirse muchas veces con otros conceptos, como la agresividad u hostilidad. Pero nada más lejos de la realidad, porque ésta se basa en el respeto en el respeto. Es decir, ser asertivos es conocer y defender los propios derechos que se tienen como individuo y ciudadano, sin atentar contra los de los demás. Como vemos, también se encuentra en las antípodas de la pasividad, que precisamente deja la decisión en manos de otros.
Aplicada al ámbito laboral, la asertividad tiene importantes beneficios, tanto para el trabajador como para la organización en la que éste desempeña su labor. Por eso, es importante desarrollarla y ponerla en práctica. ¿Cómo podemos hacerlo?
Defiende tu trabajo
En ciertas ocasiones, los jefes se atribuyen el trabajo de sus empleados.Esto resulta muy frustrante para los subordinados, que ven cómo su esfuerzo se desmerece. Por ejemplo, imaginad que lleváis trabajando en un informe clave para la compañía durante semanas, pero que a la hora de exponérselo a los clientes, vuestro superior ni nos menciona o ni siquiera nos convoca a la presentación.
La asertividad en el trabajo nos impulsa a no quedarnos callados y a transmitir nuestro malestar al jefe. Así, una vez terminaba la reunión, podemos ir a hablar con él y solicitar que se ponga en valor nuestro trabajo. No es cuestión de enfadarse ni de hablarle en un tono desafiante, sino de exteriorizar nuestra desmotivación fruto de un derecho no reconocido.
Se convoca una reunión de todo el departamento en el que trabajas. Es una junta clave: se van a tomar decisiones importantes de cara al futuro que te afectan directamente. Por eso, se pide la opinión de todos los empleados de la planta. Ante un cónclave así, la mayoría de trabajadores adoptan dos posturas: agresividad o pasividad.