Cada persona procesa sus sentimientos en formas diferentes, y es que nuestro estilo emocional es un aspecto fundamental de lo que somos.
Estilo emocional y salud
Nuestro estilo emocional es algo más que la visión subjetiva y personal que hacemos de la vida, ya que tiene la capacidad de afectar a nuestro bienestar y salud física, además de psicológica. Se sabe que numerosas enfermedades crónicas no son únicamente el resultado de causas externas, sino que tienen sus raíces en nuestra biología emocional.
El vínculo que existe entre nuestro tipo emocional y la salud explica por qué la medicina moderna (que suele establecer un tratamiento “igual para todos”) a menudo no logra tratar con éxito el dolor crónico y la enfermedad.
Examinando la interacción de las emociones, enfermedades crónicas y el dolor, y el éxito del tratamiento, los psicólogos Michael Jawer y Marc Micozzi estudiaron cómo las condiciones crónicas están intrínsecamente vinculadas a ciertos tipos emocionales y de cómo estas dolencias se tratan mejor mediante la elección de una terapia de curación de acuerdo con su tipo emocional.
Las 12 enfermedades crónicas más comunes pudieron vincular a los lazos emocionales que generamos son:
- Asma
- Alergias
- Fatiga cronica
- Depresion
- Fibromialgia
- Hipertensión
- Síndrome del intestino irritable
- Migrañas
- Estres postraumatico trastorno
- Psoriasis
- Artritis reumatoide
- Úlceras
¿Qué son los Límites Mentales?
El concepto de Límite Mental se refiere a un rasgo de personalidad relacionado con el grado de separación (“grosor”) o conexión (“delgadez”) entre las funciones mentales y los procesos emocionales.
Así, los límites delgados se asocian con un tipo de mente abierta pero a la vez sensible, vulnerable, creativa y con capacidad artística. Las personas con límites delgados tienden a confundir la fantasía y la realidad, así como a tener un sentido fluido de identidad, por lo que tienden a fusionarse o perderse en sus relaciones con los demás.
Las personas con límites gruesos diferencian mucho más claramente entre realidad y fantasía, ponen mucha más distancia emocional entre uno mismo y el otro, y tienden a preferir estructuras sociales bien definidas.
La energía de las emociones
Nuestros sentimientos son dinámicos y enérgicos.
Imagina un momento en que te sentiste frustrado o enfadado e impulsivamente golpeaste una pared o algún mueble. O piensa en cómo haces para “descargarte” cuando estás preocupado por un ser querido, por el trabajo o por tu salud. Es posible que llores, grites, te enfades, o por el contrario que una buena carcajada te ofrezca esa ansiada liberación emocional.
La cantidad de energía implicada puede ser inmensa.
Podríamos imaginar a uno de nuestras más hermosas emociones como la alegría, como una radiación de energía feliz, que se expande hacia el mundo, y uno de nuestros peores sentimientos como la desesperación, como una inhibición de la energía que el individuo retrocede en él o ella. Esa sensación de movimiento se refleja en la palabra “emoción” en sí misma, que viene del latín emovere, que significa “pasar de” o ” salir de”.
Este movimiento se caracteriza por cambios en la actividad dentro de nuestros cuerpos.
Cambios en el perfil químico del cuerpo… cambios en los órganos… cambios en el grado de contracciones musculares… y cambios en nuestros circuitos neuronales. En suma, el cambio connota movimiento, y el movimiento connota energía.
Mientras que utilizamos calorías para medir la ingesta y el gasto de energía física, no existe una manera “científica” actualmente aceptada para delinear la energía emocional. Sin embargo, un intento de capturar esto lingüísticamente ha sido intentado por muchas culturas y filosofías, vinculado a los conceptos de salud y curación.
Los hindúes llaman a energía corpórea prana, los chinos la conocen como qi. Freud encontró algo que llamó la libido y, al mismo tiempo, que Freud, un filósofo francés llamado Henri Bergson llamó élan vitale, o “fuerza vital”.
Cualquiera que sea la forma en que elegimos llamarlo, parece proteger a las personas contra los efectos debilitantes del estrés.
El flujo de sensaciones o sentimientos
Un símil sería pensar que los sentimientos son como el agua.
Imagina cualquier sentimiento dado como un flujo de agua fresca y limpia, y ondulante a través del cuerpo, en movimiento continuo.
En las personas cuyos límites son más delgados, el flujo es más rápido y más directo. Las personas que tienen límites más anchos, el flujo es más lento y menos directo. Recuerda, sin embargo, que cada uno de nosotros es en cierta medida psicosomaticos, es decir, nuestras mentes y nuestros cuerpos funcionan como uno solo.
Dadas las diferencias inherentes en el tipo de límite, podemos imaginar que la corriente de sentimientos serpentean por diferentes lugares, y causan efectos diferentes de persona a persona. En una persona, puede acumularse en un lugar en particular, en un meandro del río, mientras que en otra podrá bajar libremente en cascada. En una tercera persona, el flujo puede ser reprimido o retenido.
Una persona con una frontera delgada, sobre todo, parecerá estar muy sensible, reactiva, incluso “frívola”, porque sus sentimientos fluyen rápidamente por el organismo. Una persona de frontera especialmente gruesa, por el contrario, parece distantes, imperturbables, incluso “aburridos” porque sus sentimientos proceden más lentamente.
Y mientras que algunos sentimientos suelen registrarse en nuestra conciencia, otros – el tipo más intensivo o amenazante – pueden ser dejados de lado, reprimidos o negados.
En resumen, la gente de límites más gruesos no captan la misma cantidad de su entorno y son mucho más lentos en reconocer lo que están sintiendo. Sin embargo, se ven afectados tanto como las personas de límites delgados por lo que está sucediendo en su interior.
Las diferencias en última instancia, según Ernest Hartmann, se manifestarán en los diferentes tipos de enfermedades crónicas.
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